“Don Pérez” atendía una tienda en conocida colonia popular de Puebla. Junto a su miscelánea, la más concurrida de la calle, su hijo tenía un negocio de antojitos. A ambos les iba muy bien.
Era abril y la pandemia de COVID-19 comenzaba a tornarse preocupante, pero ni “Don Pérez” ni su hijo tomaban medidas para evitar algún contagio.
Al contrario, el hijo de “Don Pérez” se burlaba de todos a los que veía con cubrebocas.
Pasaron las semanas y las medidas de sana distancia no eran válidas para “Don Pérez” y su hijo, hasta que en junio llegaron noticias fatales.
De repente se cerraron ambos negocios. Nadie sabía los motivos, pues “Don Pérez” nunca cerraba. Pasaron los días y se supo que el hijo había muerto, poco tiempo después moriría “Don Pérez”.
Sí, ambos por COVID-19.
Y triste para sus clientes fue ver llegar equipos de desinfección para ambos establecimientos. Tras el duelo debían abrir al menos la miscelánea.
Hoy, esa tienda donde cortésmente atendía “Don Pérez” niega la entrada a personas sin cubrebocas, entrega billetes aún mojados por el desinfectante y la tristeza se ve en el rostro de la ahora dueña de la tienda, que perdió a su esposo y a su hijo.
En la misma calle, “Doña López” vende tacos árabes, los mejores de la zona, dicen muchos. Al inicio de la pandemia era notorio que no usaba cubrebocas y la sana distancia era imposible en su negocio.
Llegó julio y dejó de salir a vender. Pasaron días y días en los que no se abría el negocio hasta que una noche de noviembre regresó a la actividad.
¿“Doña López”- por qué ya no abría?- cuestionó uno de sus clientes.
“Ay, joven, estuve bien mala. Me pasé en cama, no podía respirar, me agarró el bicho y casi ni la cuento. Le juro que me arrepiento de decir que el coronavirus no existía”, respondió.
Sobra decir que “Doña López” hoy no deja el cubrebocas ni por error. La vida y el COVID-19 le dieron una triste lección.
Y así como estas historias hay muchas en Puebla; sin embargo, vemos que infinidad de poblanos siguen sin tomarse en serio la pandemia, lo que ya se deja ver con una tendencia al alza en contagios.
Hay muchos que han sufrido y han salido adelante.
Hay otros que ni se enteraron que fueron contagiados.
Otros que sin deberla ni temerla se han contagiado y han muerto. Para ellos, tres pisos de disculpas.
Lo cierto es que esto no es un juego y pese a que la vacuna es una dulce realidad, ya es hora de dejarnos de idioteces y comportarnos como seres pensantes.
Usemos el cubrebocas. Si no es por nosotros, que sea por el bien común.