El puente laboral por el Día de los Muertos debido a las enraizadas costumbres nacionales, pues no existe obligación legal alguna, alteró el ritmo de las reflexiones del presidente Andrés Manuel y su trasmisión a los colegas que cubren las mañaneras y las vastas audiencias que dan seguimiento por variopintos medios de comunicación y redes sociales.
La anterior circunstancia explica lo reiterativo de frases y expresiones propias de un arranque de la semana de trabajo de López Obrador, aunque el sábado participó en la ofrenda de los pueblos originarios en Palacio Nacional y otras actividades.
Llamó la atención el martes 3 que enseguida de exponer los principios que rigen la política exterior –que causan urticaria a los intelectuales orgánicos–, el tabasqueño de Tepetitán, reconoció la conducta respetuosa del aún presidente Donald Trump hacia México y su gobierno.
Por supuesto que es relativo y polémico, pero no es el punto de esta nota, sino que el reconocimiento al presidente que está en vías de perder la reelección, se produjo en pleno arranque del súper martes estadunidense para elegir al inquilino principal de la Casa Blanca, la Cámara de Representantes, un tercio del Senado, 11 gobernadores…
Para un político tan experimentado como Obrador, seguramente como ningún mexicano, filias y fobias aparte, el desliz es injustificable cuando menos por impertinente. Cierto que lo hizo en varias ocasiones durante la campaña en el país (imperial) de las barras y las estrellas, pero no se vale hacerlo el mero día de las elecciones y cuando los centros de votación estaban en plena actividad.
Sin el SARS-CoV-2, el virus que genera la enfermedad covid-19, el magnate de Nueva York despacharía cuatro años más en la Oficina Oval, pero se empecinó dogmáticamente en subestimar la pandemia hasta burlarse de ella y desmentir al doctor Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas.
AMLO hizo todo lo opuesto, dejó en las manos de la elite epidemiológica y de las profesiones convergentes las definiciones de la estrategia y políticas frente a covid-19 y fue un gran acierto que permitió lo que hoy reconoce la Organización Mundial de la Salud: “México es el país de América que ha hecho mayores esfuerzos en la reconversión hospitalaria al haber incrementado en 375.6% las camas de cuidados intensivos, lo que sumado a la gran respuesta social ha permitido que a escala nacional los servicios de salud no se desbordaran como sí ocurrió en otros países, en particular europeos”, expuso Cristián Morales Fuhrimann.
También expresó su “admiración” por la rapidez con que el gobierno de AMLO hizo la reconversión y por el “inmenso sacrificio” de 60% de los mexicanos por quedarse en casa los primeros meses de la pandemia. Por supuesto que la oposición zopilotera seguirá en su negocio político e ignorará un juicio valioso cuando México (sociedad y gobierno) se acerca al millón de contagiados, los 100 000 fallecimientos y ominosos signos de rebrotes en Chihuahua y Durango, gobernados por súper críticos de la estrategia oficial.
En esta tesitura parece inaceptable que el presidente afirme que se pondría el cubreboca “por respeto al pueblo de México”. Por él, su familia, colaboradores y gobernados debe usarlo mucho más, incluido en Palacio Nacional cuando se firman convenios sin guardar la sana distancia.
La poderosa fuerza del ejemplo presidencial, como no tocarse la cara, hace aún falta cuando la amenaza del rebrote está a las puertas de cinco estados más del país.