La crisis de división interna que vive el Partido Acción Nacional, a 10 meses de las elecciones del próximo año, tiene explicación en la debilidad de su dirigente nacional, Marko Cortés. Sin una línea de autoridad clara, las divisiones comienzan a perjudicar el posicionamiento que el partido tenía hasta hace unas semanas.
Genoveva Huerta, presidenta del Comité Directivo Estatal, hace dos meses, comenzó a operar con Damián Zepeda de la mano de Eduardo Alcántara, malogrado aspirante a la presidencia del Comité Directivo Municipal de Puebla capital. Zepeda es enemigo acérrimo de Cortés y diversos panistas poblanos aprovecharon esta división para empujar su salida.
Marko Cortés había cedido darle una salida decorosa a Huerta Villegas al ser también víctima de la traición de la dirigente: dotarla de una diputación por la vía plurinominal y, debido al estatuto, ella no podría ser candidata sin renunciar 90 días antes del inicio del procedimiento electoral.
Pero el hecho de poder ser candidata a la diputación le abrió la puerta a una posición mayor: la alcaldía de Puebla. Azuzada por Fernando Manzanilla, Huerta Villegas comenzó a operar para sí misma con la intención de alcanzar esta posición.
Hay dos versiones respecto a la postura que tiene Marko Cortés sobre Eduardo Rivera: la primera es que él ya aprobó que Rivera sea el candidato del PAN; la segunda es que, debido a que el expresidente pertenece al grupo político del gobernador de Querétaro, Francisco Domínguez, Cortés no quiere cederle la capital o elevar su costo en la negociación de candidaturas a las diputaciones locales, pues de las Federales el presidente del PAN ya dijo que el CEN lleva mano.
Estas dos versiones que corren en los círculos panistas han permitido que Huerta Villegas aprovechara lo que sería una salida decorosa -aceptar una candidatura- para pedir la joya de la Corona: la alcaldía de la capital.
Cortés no ha establecido una línea clara del partido en Puebla. Los personajes locales también buscan alianzas con los políticos panistas nacionales y estos están en una confrontación permanente.
Por ejemplo, el redivivo Ricardo Anaya Cortés retomó actividades y sus primeras acciones no tienen que ver con la promoción de panistas, sino con la destrucción de algunos de estos. Según el periodista Álvaro Delgado, Anaya le ofreció al titular de la UIF, Santiago Nieto, información contra Felipe Calderón en el millonario caso Braskem.
Por otro lado, Cortés persigue a Francisco Domínguez y a Damián Zepeda para quedarse con el control del partido en sus estados, además de las candidaturas. Estos perfiles nacionales, que están en franca guerra, también arropan a los líderes políticos del PAN poblano causando así una división más profunda.
Genoveva Huerta ha reportado puntualmente estas acciones a Fernando Manzanilla, su líder político y el operador de una trama en la que aspira convertir al Congreso del Estado de Puebla en el gran opositor del gobernador.
La intención de Manzanilla es lograr una nueva “mega alianza” de partidos y él beneficiarse con una candidatura plurinominal que le permita llegar al Congreso, junto con Genoveva o con otros aliados, si es que la jugada de la panista le sale: ser candidata a presidenta municipal.
La división que crece cada día tiene un origen: el dirigente nacional del PAN que no se atreve a definir candidato en la presidencia y que no reconoce que Huerta Villegas ya no trabaja para Acción Nacional, sino para Fernando Manzanilla, hoy un indiciado de la justicia, como le llamó el gobernador Miguel Barbosa.