La vida es imperfecta. Esa es su magia: ofrece tantas emociones, tanto felicidad absoluta como situaciones desgarradoras, tristeza abrumadora. Que una serie pueda reflejar estas emociones, regodearse en ellas, estudiarlas a través de los discursos de sus personajes y todavía contar una historia emocionante es algo que no ocurre siempre, por eso en esta primera reseña total platicaremos de Mad Men.
En Golpes de Razón ya he analizado la escena de la compañía de cigarrillos Lucky Strike, una de las más poderosas y la que introdujo a la serie en la audiencia internacional como una de las mejores de la historia. La narrativa, la actuación, el contexto incluso para hacer bromas sobre los soviéticos de una manera fluida son elementos que enmarcan una trama perfectamente construida.
La forma en la que esta serie a través de sus personajes describe el mundo y la realidad tomando como base la publicidad de la década de los sesentas es el gran éxito. Pero sobre todo porque los personajes son tridimensionales: seres complejos con demonios y ángeles por dentro.
Y nadie encarga mejor esta dualidad que el protagonista Donald Drapper: un excelente publicista, seductor, enarbola mucho de las virtudes del hombre de la década, pero reúne defectos sumamente cuestionables.
Una de las escenas más conmovedorea es justamente cuando habla acerca de la nostalgia, elemento central de la campaña publicitaria que tiene para el carrusel de diapositivas de la empresa Kodak. En este capítulo, la bondad que irradia Don Drapper es enorme al punto que incluso hace que uno de sus compañeros de trabajo llore por la familia que está a punto de dejar. El personaje, conmovido por la narrativa de Drapper, abandona la reunión y regresa con su esposa.
Pero ese hombre seductor, Drapper, también tiene problemas graves. Manipula, engaña y concentra una soberbia del tamaño del mundo. Su éxito va de la mano de sus defectos tal y como ocurre en la vida real de cada persona en este planeta ¿o tú, amiga o amigo que lees esta reseña eres solo luz?
Por eso Mad Men a través de sus personajes, tan sofisticados en cuanto a ideales, valores y actitudes, termina por construir una serie emocionante. Porque sus emociones son genuinas y sus vicisitudes te interesan. Deseas saber qué pasará con ellos porque estos personajes están tan bien construidos que los sientes reales. Crees que son personas vivas.
Sobra decir que, fílmicamente, esta serie es muy seductora. Los autos que se muestran, el estilo, los restaurantes, los temas de conversación, los trajes, los vestidos, el garbo, todo está impregnado del estilo más glamoroso de la década de oro de la publicidad. Y debido a que la filmografía es hermosa uno puede sumergirse en ese mundo y disfrutar por siete temporadas esta increíble producción.
Así que si deseas un viaje en el tiempo que al mismo tiempo te lleve a hacerte preguntas sobre tu realidad, tu cosmovisión, tus dudas e inseguridades mientras el estilo de la producción te seduce y te intoxica como un buen cigarrillo acompañado de whisky, la serie Mad Men es para ti.