AMLO necesitaba un logro y fue el caso Ayotzinapa

AMLO necesitaba un logro y fue el caso Ayotzinapa

El presidente Andrés Manuel López Obrador cumple este miércoles dos años al frente del Gobierno Federal y está necesitado de logros.

 

Por esa razón, aprovechó y aprovechará por semanas la persecución contra Tomás Zerón de Lucio, extitular de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), quien sería el autor intelectual de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.

 

Es una noticia enorme, un evento mediático trascendente y un hecho histórico tan potente en cuanto a simbolismos y constructos sociales que el mandatario federal no dejará de aprovechar.

 

Esta investigación es un logro enorme para el presidente y el fiscal general. Regatearlo sería pecar de ignorante.

 

La desaparición de los 43 estudiantes normalistas procedentes del estado de Guerrero se convirtió en uno de los principales temas estandarte de la izquierda en México.

 

Por supuesto, hay que tomar en cuenta que la narrativa ideológica de la izquierda, principalmente de la extrema, es la de culpar a los gobiernos de los ataques a estudiantes, profesores e instituciones educativas.

 

En semiótica narrativa, el opuesto natural del culto estudiante progresista es el gobierno represor, despótico y tirano.

 

Cuando los normalistas desaparecieron, la izquierda en México -principalmente vinculada con el grupo más radical de seguidores del presidente- montaron muchos de sus ataques al gobierno de Enrique Peña Nieto con base en este incidente.

 

Claro que el Gobierno Federal del priista de inmediato fue colocado como el símbolo de la decadencia de un gobierno corrupto y dictatorial. La construcción de esta narrativa, de esta historia del villano se explica en función del mártir: los estudiantes.

 

El propagandista de Andrés Manuel López Obrador, Epigmenio Ibarra, prácticamente todos los días tuitea los nombres de los desaparecidos exigiendo justicia. Los seguidores del mandatario federal repiten las consignas.

 

En el recuento del caso, hubo un momento crucial: cuando el exprocurador general de la República, Jesús Murillo Karam, declara que “la verdad histórica” es que la desaparición fue ejecutada por criminales que nada tenían que ver con el gobierno.

 

El 7 de noviembre de 2014, el procurador determinó que los normalistas fueron secuestrados por integrantes de la organización criminal Guerreros Unidos y posteriormente quemados en el basurero de Cocula, hechos a los que denominó “la verdad histórica” y dio por terminado el caso a pesar de que había diversas inconsistencias en pruebas y testimonios.

 

Hoy, el fiscal Gertz Manero, que destaca por sus sapiencia y experiencia jurídica más que por su devoción al lopezobradorismo, toma la frase del hidalguense para desmontar “la verdad histórica”.

 

El caso de Ayotzinapa ha crecido tanto en el imaginario colectivo que, aunque muchos mexicanos no dominan toda la secuencia de hechos, el contexto y el antecedente detrás del crimen, la noticia del hallazgo del “culpable intelectual” es algo que ha causado reacciones de celebración en las redes sociales.

 

El análisis, ahora, debe concentrarse en lo que viene: un desfile de funcionarios que legitimen una sola idea que luce más o menos así “el gobierno de Peña, del PRIAN, fue corrupto y asesino e hicimos bien en buscar un cambio, sin ese cambio no habríamos conocido lo que realmente ocurrió en Ayotzinapa”. 

 

Hoy Gertz Manero informó que derivado de la nueva investigación en torno al caso de los normalistas, ya fueron enviados algunos restos a la Universidad Innsbruck para ser identificados, además de que se giraron 46 órdenes de aprehensión en contra de servidores públicos de diversos municipios del estado de Guerrero.

 

Imaginemos a estos funcionarios desfilando, uno por uno, con las cámaras encima y los medios de comunicación listos para divulgar el oscuro pasado y las relaciones con los criminales en Guerrero.

 

Así, la aparición del autor intelectual de la masacre de Ayotzinapa es la oportunidad perfecta para que el Gobierno Federal avive con más fuerza la hoguera de la polarización. Según su narrativa habrá dos tipos de mexicanos, los que sienten, lamentan y claman justicia por los estudiantes guerrerenses y los que justifican al régimen pasado aun y con sus deleznables crímenes comprobados.

 

En la construcción de nuestra realidad, ¿qué tipo de mexicano querrá ser el ciudadano promedio?