
Nunca se sabe qué noticia nueva se tendrá cada día. La vida de aquellos que tienen a un familiar con COVID-19 viven en la zozobra de no saber si su ser querido va mejorando o empeorando, si hay esperanza o la partida al otro mundo está cerca de llegar.
Los hospitales públicos de Puebla son un cúmulo de emociones a flor de piel entre todas esas personas que esperan horas para recibir información sobre su familiar, ser querido al que no ven desde ese horrible momento en que lo dejan en el área de urgencias destinada al coronavirus.
Cuando comienza a fluir la información son constantes los rostros con lágrimas contenidas, las miradas perdidas y los puños apretados. Tener un familiar con COVID-19 es sin duda una ruptura constante del corazón.
La atención a esposas, esposos, madres, padres, hijos, hermanos o tíos que buscan conocer el estado de salud de su familiar es complicada, pues los médicos no se dan abasto para atender a todos aquellos que desean saber qué pasa con su ser querido.
Sí, a veces aparece la prepotencia de encargados de módulos de información, personas que sin un dejo de humanidad reprenden o en el peor de los casos ignoran a todos aquellos que, con la mano en el corazón, desean conocer el estado de salud de sus familiares.
Aunque todos los doctores afirman que están poniendo su máxima atención a los enfermos de COVID-19, las malas noticias no dejan de fluir en las salas de espera de los hospitales de la entidad.
“Enseguida viene el doctor. Es que un paciente se puso muy grave”, palabras que se escuchan al fondo de la sala y que dejan sin aliento a todos los presentes.
“¿Será mi papá? ¿Será mi esposa? ¡Ay, Dios mío, que no sea mi hijo!”, son las expresiones que salen del fondo del alma rota de los poblanos que la vida les ha quitado el aliento a través del coronavirus.
Los familiares de los pacientes COVID-19 están literalmente amarrados de manos, pues al no existir un remedio para esta enfermedad, la única esperanza es que el paciente saque fuerzas para eliminar el virus, encomienda más que complicada por el deficiente sistema de salud de México.
Los doctores deben ser directos. La mayoría de las veces, las noticias no son buenas y cuando llegan a ser alentadoras, el panorama puede cambiar en cualquier momento.
Con los ojos llorosos, muchos poblanos salen del hospital rogando que en 24 horas el panorama cambie y la esperanza regrese. Otro tanto debe hacerse a la idea que tal vez no volverá a ver con vida a ese ser querido que hoy lucha por respirar.