Entre los testimonios con los que contamos sobre la Segunda Guerra Mundial, probablemente los más cruciales son los visuales. Las fotos y videos captan la historia con una exactitud cristalina y sin filtros mientras se escribe.
La agencia Sputnik, antes conocida como RIA Novosti y APN, ha dado empleo a muchos fotoperiodistas con talento que se dedicaron a documentar la lucha entre dos potencias mundiales, la URSS y la Alemania nazi, cuando en juego estaba la supervivencia humana.
Estos corresponsales arriesgaban la vida y la salud como los soldados rasos, vivían a su lado y marchaban al combate con ellos. La posibilidad de acabar siendo víctimas de la masacre era igual de alta que la de aquellos. No obstante, no era el momento de tener miramientos: su deber era fotografiar y filmar la hazaña del pueblo. Uno de ellos fue mi bisabuelo, Iván Shagin, quien obtuvo fama mundial por sus fotografías en el Frente Oriental de la Segunda Guerra Mundial, en el que colisionaron la URSS y la Alemania nazi.
Aún antes de que comenzara la guerra, Shagin ya era un fotógrafo popular y era amado en la Unión Soviética. Tenía acceso a los niveles más altos del poder haciendo fotos del líder del país, Iósif Stalin, a la esposa del gran revolucionario Vladímir Lenin, Nadezhda Krúpskaya, y a los principales ministros. Pese a su éxito, no desdeñaba ningún sujeto, desde una planta en un rincón lejano del país hasta el interior de un museo moscovita.
Sus instantáneas están llenas de patriotismo, de alegría y fe en el futuro. Tanto sus fotos de la guerra como las de los tiempos de paz muestran la mejor cara del pueblo soviético. Tras verlas no surge la menor duda de que la guerra será ganada, que la cosecha será recolectada y que el ser humano lo puede todo y es el dueño del planeta.
Según sus colegas, Shagin era un fotógrafo universal, capaz de solucionar cualquier tarea creativa. Sorprendía con su manera de trabajar: nunca se apresuraba a ninguna parte. Pero su lentitud engañaba; tan pronto tomaba una foto pasmaba a todos en la redacción.
Durante la guerra, cumplió con el deber de un corresponsal soviético. Pasó cuatro años en el frente viviendo según el horario militar. En cualquier momento estaba listo para salir a la posición avanzada y traer las fotos que luego aparecían en todos los periódicos del país. Quizás la más famosa e impresionante de este período durísimo en la vida del pueblo soviético es Instructor político continúa el combate.
La guerra da comienzo
El 22 de junio de 1941, se publica el número del diario Komsomólskaya pravda del domingo sin ninguna mención a la guerra, y con consejos sobre cómo pasar el día libre. No obstante, a Shagin le piden ir al mitin de una planta moscovita donde capta una instantánea legendaria que muestra a los obreros escuchando al ministro de Exteriores, Viacheslav Mólotov, declarando que la URSS está en guerra con la Alemania nazi tras un ataque sorpresa.
Shagin se viste de militar y parte para el frente. Pero antes de hacerlo, logra captar la vida en Moscú que tanto había cambiado: los escaparates de las tiendas se han cubierto de pancartas militares, los trolebuses transportan leña. Los hospitales se llenan de heridos mientras faltan artículos médicos básicos como muletas. En cualquier foto se puede ver el estilo único de este fotógrafo; ninguna imagen suya es simplemente una imagen, siempre introduce simbolismo, explora la forma y los matices del color.
En diciembre de 1941, el Ejército Rojo lleva a cabo una contraofensiva exitosa a las afueras de Moscú. En la aldea Yushkovo, una columna de militares soviéticos avanza por la calle cuando de repente una mujer se echa a los brazos de un soldado que resulta haber sido su vecino en tiempos mejores. Shagin actúa rápido y toma una foto que de inmediato se conoce en todas partes —En una aldea liberada—.
Shagin realizaba muchos retratos oficiales: soldados del Ejército Rojo en su uniforme y con todas las medallas frente a un tanque o un avión, por ejemplo. Estas imágenes debían funcionar como una amenaza: mostrar que la URSS no tenía nada que temer. Se veían poco naturales, pero el fotógrafo lograba con un solo gesto o con la composición destacar su humanismo.
Como muchos colegas, Shagin prefería captar momentos heroicos; hay pocos testimonios de las pérdidas y los fallos de los soviéticos en su obra. Una de esas raras fotografías es Los enemigos han quemado la casa natal, y muestra a dos niños apenas vestidos que se arriman a la estufa de su izba quemada por los fascistas. Su casa se había quedado sin paredes y sin techo, y la estufa era lo único que había permanecido.
Se gana la guerra
Unas de las fotos más impresionantes de Shagin fueron tomadas durante la toma de Berlín en 1945, cuando los militares soviéticos se apoderaron del Reichstag y de toda la capital alemana. En el asalto final, el fotógrafo utilizó su cámara frenéticamente: la historia se estaba escribiendo ante sus ojos. Sus imágenes son como cuadros de una película de acción.
La foto de un grupo de soldados que disparan al aire en el techo del Reichstag representa el espíritu de aquel momento con el Parlamento derrotado, igual que Alemania, y la URSS finalmente vencedora. Y, por supuesto, la legendaria foto optimista de un policía de tráfico frente a la Puerta de Brandenburgo.
La epopeya de la guerra terminó para Shagin con el reportaje del encuentro de los aliados en el Elba, de la firma de las actas de capitulación alemanas y el Desfile de la Victoria el 24 de junio de 1945, que marcó la victoria de la URSS en esta guerra sangrienta tras cuatro años de horror. De ahí que los rusos nos refiramos al enfrentamiento entre el Ejército Rojo y Alemania en el Frente Oriental como Gran Guerra Patria.
Vida personal
Según su nieta y mi madre, Svetlana Shágina, Iván era una persona muy simple y muy aficionada al arte fotográfico. Apoyaba la política oficial del país, no se detenía ante las dificultades si se trataba de hacer un reportaje interesante. Era un soviético común y corriente al servicio de su país.
"Adoraba los dulces. Podía salir de compras tres veces al día en busca de nuestra tarta preferida, Praga (una tarta típica rusa de chocolate). Siempre había bombones de chocolate en casa", dice Svetlana.
En la cocina de su pequeño apartamento moscovita revelaba las fotos. La bañera también estaba llena del líquido especial para revelarlas. No hablaba mucho y si abría la boca, era para soltar una broma.
Vivió una larga vida de 1904 a 1982 y trabajó hasta sus últimos años. En la década de 1970, recurrió a la naturaleza y a la arquitectura de diferentes regiones de la URSS. Sus fotos glorifican nuestro país y su belleza.
Por nacer después de su muerte, nunca lo conocí, pero me gustaría muchísimo hablar con él en persona y escuchar de su propia boca cómo transcurrieron los acontecimientos que presenció en el transcurso de su vida. Estoy orgullosa de que sea mi bisabuelo. Dejó el recuerdo no solo en las historias de sus familiares, sino también en las imágenes que recorrieron el mundo.
Pero no solo hace que yo me sienta orgullosa. Todos los corresponsales que no se trataban con indulgencia a la hora de grabar la historia hacen que la agencia y los países postsoviéticos se sientan orgullosos. Fueron personas excepcionales que seguirán vivas en sus obras.