Querétaro en un estado lleno de historia. Caminar por sus plazuelas, andar por sus carreteras y visitar sus poblaciones, permite a los viajeros conocer un poquito de la compleja historia que ha vivido nuestro querido México, desde antes de la Conquista hasta nuestros días.
Hoy decidimos llegar a la capital del estado para caminar por el lugar en el que los generales mexicanos Miguel Miramón y Tomas Mejía detuvieron a un prófugo, Maximiliano de Habsburgo, aquel 19 de junio de 1867. Me refiero precisamente al Cerro de las Campanas, que hoy en día está rodeado de las instalaciones de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Nos recibe, como cada que entramos al estado, la monumental estatua de Conin, pero ¿Quién diablos es Conin? ¿Héroe o villano de la historia queretana? En fin…
El tráfico vehicular en Querétaro no es ningún problema, son las 11 de la mañana y en sábado, parece que la gente descansa de una semana ajetreada, lo cual permite que nos movamos como pez en el agua y lleguemos al cerro muy rápido, casi avanzando a 80 kilómetros por hora y deteniéndonos en unos cuantos semáforos, y así que bien se siente conducir.
Salimos muy temprano de la Ciudad de México, al filo de las 6 de la mañana, cuando aún no había luz de día, para avanzar más de 215 kilómetros, entre cerros y poblados, con una breve escala para desayunar y tener tiempo de sobra para recorrer este bello lugar histórico con toda calma y detenimiento.
El desayuno fue pesado aunque delicioso. Unas gorditas de migajas saciaron nuestro apetito. Las gorditas, son masa aplanada y abierta a la mitad, cocida en el comal, en este caso rellena de migajas ¿Pero qué son las migajas? Se trata de los sobrantes que se obtienen de la fritura de las carnitas o del chicharrón de puerco que quedan en el fondo del cazo.
Precisamente, es donde se concentra el sabor de las carnitas, aunque por toda la grasa que absorben, se tornan pesadas, muy pesadas, al grado que me han hecho pensar seriamente en tomarme un tequilita para cortar su efecto graso, pero aún es muy temprano y habrá que esperar a que la tarde nos marque la pauta para comer y beber unos tragos.
Ahora hay que caminar para bajar la comida y el Cerro de las Campanas es un lugar propicio para ello. Nos estacionamos y caminamos a la puerta de entrada al parque, donde nos cobran 5 pesos por persona. Pagamos y comenzamos a ascender en las escalinatas. El sendero es verde y muy bien cuidado, no se ve ni un papel turado en el piso, la labor de mantenimiento del sitio es bastante buena, no cabe duda, incluso me dice Kary que los baños están muy limpios.
Caminamos despacio, intentamos imaginarnos la escena en la que fue detenido Maximiliano y enviado al paredón, aunque también comentamos los rumores de que nunca posó frente a los fusiles por ser masón, por el contrario, se le permitió vivir y salir del país para refugiarse en Centroamérica, lo cual es solamente eso, un mito.
Lo primero que se asoma frente a nosotros, a medida que ascendemos en el cerro, es una enorme estructura en piedra del Benemérito de las Américas, Benito Juárez García, uno de los baluartes del México liberal.
La estatua mide 13 metros de altura, sobre una base rectangular de seis metros, que está descansa sobre un piso de cantera rosa, ante la cual no podemos resistirnos a disparar las primeras fotografías del día, claro, después de la tradicional foto del camino, cuando recién salimos de casa, al comenzar todo viaje.
La perspectiva boscosa desde este punto es espectacular y contrasta con la zona urbanizada, al lado contrario del bosque y la Universidad Autónoma de Querétaro, incluso alcanzamos a ver una parte de la vialidad que nos llevará de regreso al hotel para cambiarnos y salir a comer a un lugar simbólico del Querétaro de la clase popular, que de a poco ha tomado relevancia entre el resto de la sociedad queretana, llamado “Pegueros”, del cual hablaré en otra crónica turística.
Pero antes de partir, hay un lugar emblemático en el Cerro, que es visita obligada cuando se transita por acá. Se trata del Museo del Cerro de las Campanas y Capilla de Maximiliano, el cual tiene un costo de 16 pesos, aunque vale la pena, cada centavo invertido en ingresar a él.
Al interior encontramos un recinto que mezcla la didáctica con la tecnología para ofrecernos una visión muy clara de la historia del estado y por supuesto, develarnos la incógnita del inicio de la crónica, es decir, la identidad de Conín.
De acuerdo con la información del museo, Conín o Fernando de Tapia, fue un indígena otomí, nativo de la región, terrateniente antes de la llegada de los españoles a México, a quien se considera el fundador de la ciudad de Santiago de Querétaro, aunque se dice que apaciguó una rebelión de otomíes en contra del ejército español, al hablar con su pueblo, para presuntamente evitar el derramamiento de sangre; sin embargo, posterior a esta acción, él mantuvo grandes privilegios y recibió extensiones de tierra por su servicio a la corona española, en fin…
Entre juegos y referencias, entre fechas y citas de personajes, vasijas y fotografías, comprendemos que el estado se tuvo que transformar desde que era la ciudad de “Santiago de Querétaro del Reino de la Nueva España” para afrontar los momentos complicados que tuvo que vivir, para convertirse en la cuna de grandes personajes y maravillosas personas.
Salimos maravillados del museo y emprendemos camino al hotel para refrescarnos y posteriormente salir a comer, así que aquí concluye está crónica turística.
Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com y lo invito a seguirme en Spotify en Trejohector.