Aguascalientes guarda uno de los monumentos religiosos más grandes del país, una de las 5 estructuras más altas en la república mexicana, la cual se encuentra construida en el municipio de San José de Gracia.
Se trata de una isla ubicada en uno de los estados del centro del país, aunque usted no lo crea. El mar está muy lejos de esta bella imagen del Cristo Roto, que se venera en un cayo artificial, en medio de la presa Presidente Calles.
Está ahí desde 2006, construido en un tiempo récord de 2 meses, según el guía que nos comparte sus datos antes de abordar la lancha que nos llevará a los pies de la colosal imagen.
Para abordar el bote, llegamos a San José de Gracia, donde las calles son bonitas, limpias y muy tranquilas, pero llevamos un buen rato en carretera. La familia se encuentra con sueño, después de un viaje larguísimo de casi 7 horas hasta Aguascalientes capital, en los que se recorrieron más de 500 kilómetros y otros tantos de ahí hasta la famosa presa, para nuestro encuentro con el magno Cristo Roto.
Luego de haber desayunado ligero, el camino se vuelve sutil, arrullador y te invita a relajarte, a entrar en una etapa de descanso y sin pensarlo; los 46 kilómetros (55 minutos) que avanzamos desde el lugar donde hicimos nuestra primera comida del día hasta nuestro destino, hace a todos caer en un sueño profundo y reparador, para permitirnos renacer muy cerca del agua.
Llegamos a la presa y lo primero que salta a la vista, a lo lejos, es el Cristo que nos espera en su santuario al aire libre, que apenas se ve protegido por una estructura en forma de caparazón de tortuga, pero de color blanco, que permite a los visitantes protegerse del intenso sol hidrocálido.
Pagamos para abordar las lanchas familiares, que por cierto llevan sus tolditos para evitar que el sol haga mella en nuestras cabezas, porque mucho ni gorra traemos. Nos disfrazamos de salvavidas con los chalecos anaranjados que reglamentariamente debemos usar, por cualquier inconveniente en el agua. Listo, es hora de navegar.
En unos minutitos, entre charlas serias y bromas con el capitán de la embarcación, llegamos al islote, donde vemos la imagen, que nos impone, al obligarnos a voltear para arriba, incluso hay quien se siente mareado ante tal espectáculo, que fusiona lo creado por el hombre, el Cristo y de fondo, como escenario, lo creado por Dios: las nubes, las montañas y la concentración de tanta agua, que más que refrescar emite vapor.
La estructura es inmensa y está soportada en acero reforzado, recubierta con espuma de poliuretano y tallado como si fuera madera, aunque también tiene resina y fibra de vidrio, según comenta el amable guía. Pesa más de 20 toneladas y su altura es de 28 metros desde la base hasta el punto más alto.
Motivados por el espíritu del boy scout que nunca fuimos, caminamos todos por el islote, ya contemplamos la hermosa figura y ahora habrá que explorar hasta dónde podamos llegar. Habrá que decir que no es muy grande la extensión de tierra donde podemos seguir andando; sin embargo, hay bebidas refrescantes, recuerditos y hasta baños, para comodidad de los visitantes.
Nosotros compramos algunos llaveritos y estamos listos para volver a tierra firme para buscar un lugar dónde comer, pero antes de abordar la embarcación una parte de la familia siguió las huellas de los demás hasta llegar a una grúa detrás del Cristo Roto, la cual cobraba una considerable cantidad por subir a dos personas cada 10 minutos, para que vieran de cerca y a detalle, el rostro de la monumental imagen, subiendo a los interesados a 20 metros del piso.
Luego de un rato de euforia, de transformarse en aves migratorias, por fin aterrizan quienes emprendieron el vuelo al lado del Cristo, para integrase con el resto de la familia y poder volver juntos a la zona de comidas, instalada a un costado del aguda de la presa.
Las anécdotas del despegue, de quienes decidieron pagar por volar, son muchas, nos cuentan el vértigo que sintieron, las panorámicas que tuvieron estando a tal altura y el viento que las y los despeinó, pero todos, sin excepción, regresan con la sonrisa en los labios y listos para la comida.
Llegamos a la orilla y todo mundo busca la comida de su agrado. Nos quedamos solos, Kary y yo contemplando el reflejo de las negras nubes que han invadido la región, mientras algunas pequeñas gotas de lluvia nos invitan a emprender camino, al menos a resguardarnos en alguno de los negocios y claro, eso hacemos.
Es hora de comer y de culminar está Crónica Turística.
Recuerde que viajar es un deleite y más cuando se hace en compañía. Lo espero en la próxima Crónica Turística y le dejo mi correo electrónico para cualquier comentario o sugerencia trejohector@gmail.com y lo invito a seguirme en Spotify en Trejohector.