En tu bolsillo, uno de los verdaderos enemigos del medioambiente

En tu bolsillo, uno de los verdaderos enemigos del medioambiente

Foto: Pixabay

Si eres de los que piensa que no soltar globos con helio para enviar la carta a los Reyes Magos, o no pedir popote con tu bebida favorita está haciendo un gran cambio para el planeta, estás equivocado. Ciertamente estás dejando de generar residuos innecesarios que de alguna forma contaminarán el ambiente y dañarán especies animales, pero todos los días compramos y utilizamos cosas que dañan infinitamente más al mundo, a las que difícilmente querrás renunciar.

 

Son varias las actividades industriales más contaminantes, entre las que se encuentra la fabricación de ropa, la ganadería y la producción de tintes (para todos los usos, incluidos los usados para teñir el cabello). Pero hay una industria en especial que pone en evidencia nuestra hipocresía y doble discurso a la hora de “cuidar” el ambiente: la de los dispositivos móviles de comunicación, mejor conocidos como smartphones.

 

En promedio, un teléfono celular actual contiene 50 por ciento de plásticos, 15 por ciento de vidrio y alrededor de 25 por ciento de diversos metales, como el hierro, plata, cobre y hasta algunos miligramos de oro. También está presente el coltán, un metal escaso que soporta las cargas eléctricas propias de un móvil. En teoría un celular desechado puede ser reciclado, pero la realidad es muy diferente.

 

Tal y como sucede con las bolsas de papel, cuyo proceso de producción es más contaminante que el de las bolsas de plástico, fabricar un smartphone implica extraer recursos naturales mediante procesos que consumen gran cantidad de agua y energía. Según especialistas y científicos, un solo teléfono se lleva en su elaboración 12 litros de agua limpia y alrededor de 44.4 kilos de otros recursos naturales, ello sin contar la contaminación emitida en el transporte de las materias primas a las fábricas, y de éstas a los puntos de venta en todo el mundo.

 

Y aunque algunos componentes se pueden reciclar, un solo teléfono móvil también contiene materiales tóxicos como el arsénico, plomo, mercurio, cadmio y zinc, en cantidades suficientes para contaminar alrededor de 600 mil litros de agua.

 

Y hay más. Estudios serios indican que al cabo de dos años de uso, un smartphone habrá producido 95 kilos de CO2 liberados al ambiente, por el calor generado y la energía consumida en sus constantes cargas. En otras palabras, su huella de carbono amenaza con llegar a ser mayor en los próximos años, que la huella producida por la industria del transporte.

 

La industria de los teléfonos celulares nos tiene cautivos. Todos los fabricantes practican la “obsolescencia programada”, que consiste en lanzar un modelo sin incluir toda la tecnología que ya está disponible, sólo para poner a la venta otro modelo al año siguiente con ligeras mejoras, que los consumidores correrán a comprar aunque el teléfono anterior aún funcione (y aún lo deban).

 

¿Realmente quieres hacer algo por apoyar el ambiente? Para empezar, no te creas la postura simplista de que proscribir el plástico es un gran avance. Castigar a un vendedor de globos o no usar diez popotes durante el año, es igual a creer que una limosna en el crucero soluciona la pobreza.

 

Un primer paso para cambiar la problemática ambiental es reducir el fanatismo por la tecnología. Esto no significa dejar de usarla, sino maximizar el aprovechamiento de los dispositivos conservándolos durante toda su vida útil. En otras palabras, protegerlo de accidentes, usarlo con moderación, cuidar el desgaste de las baterías y sobre todo dejar la perniciosa práctica de cambiarlo lo más rápido posible por seguir la moda, ayudará infinitamente más al planeta que tirarse al piso por un pedazo de plástico biodegradable.

 

Es ridículo ver a un millennial publicar que los globos contaminan, desde un Iphone que ya le urge cambiar.

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