
Ríos de personas recorren los centros comerciales de la ciudad de Puebla buscando la ropa y regalos adecuados para Noche Buena, esperando que la celebración de este año sea placentera como siempre, con buena comida y bebida.
Pero hay un grupo de personas que no piensan en el vino, el pavo, la pierna adobada, las ensaladas y los regalos, solo caminan esperando conseguir unas monedas para tener al menos frijoles en su hogar. Así es la navidad de los pobres.
Y es que en medio de todo el ambiente festivo que tenemos en estos días nos pasan de largo esas personas que van con su triciclo recogiendo botellas de plástico de entre la basura, de los niños y mujeres que hacen piruetas en los cruceros y de los jóvenes que limpian parabrisas.
Ellos no están pensando en el intercambio de regalos ni en las posadas. A ellos no les tocó la suerte de esperar un aguinaldo, ni mucho menos recibir un pavo por el simple hecho de trabajar en una empresa. Ellos trabajan el doble y reciben mucho menos que lo que percibe un trabajador promedio.
Los abrazos y buenos deseos tampoco son para ellos. En cambio, el desprecio de la gente en época de "paz" es más evidente, pero sin gesto en el rostro deben soportar para poder lograr llevar un pedazo de pan a su boca.
El panorama es aún peor para los niños y jóvenes de la calle, que en lugar de cena tendrán la marginación y el indispensable solvente para olvidar el hambre y la triste realidad de una vida sin familia, sin padres y muchas veces sin amigos.
Así será la navidad de los pobres, de los marginados, de aquellas personas que la sociedad hace a un lado sin contemplaciones, seres que no saben lo que es sentir la compasión humana, pues su condición no les permite pensar aunque sea en un abrazo fraternal.
Los que tienen la fortuna de sentarse a la mesa para disfrutar de un momento con la familia, bien podrían voltear un poco a los menos favorecidos, pues nada nos cuesta ser un poco más humanos y menos egoístas.