En México, existen alrededor de 550 especies de insectos comestibles, entre ellos los chapulines, hormigas y escamoles. El consumo de los mismos ha causado preocupación entre los expertos, principalmente por la elaboración excesiva de platillos con los mismos.
Es conocido que varias familias, principalmente las de campo, se dedican a la recolección de chapulines para después cocinarlos o comercializarlos en la ciudad, principalmente en restaurantes.
Lo mismo sucede con las chicatanas (una especie de hormiga voladora), gusanos de maguey y hasta alacranes, solo por mencionar algunos, que son sacados de su hábitat para convertirlos en parte de la elaboración de un platillo "tradicional", dependiendo de cada rincón del país.
Por ejemplo, los chapulines, chinicuiles y chicatanas se fríen y se colocan en tazones para que el comensal los acompañe con tortillas hechas a mano, además de salsas y limón.
Algunos otros cocineros optan por guisarlos; sin embargo, todo depende de cada estado y también de cada tradición y gusto.
De acuerdo con el director de Comunicación Científica de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), Carlos Galindo Leal, la producción y el consumo irresponsable de insectos comestibles en México podría poner a ciertas especies en peligro de extinción.
En el caso de Puebla, existen varias fondas que se dedican a la elaboración de platillos con los insectos antes mencionados. Además, algunos recolectores se trasladan hasta la capital para comercializar -en su mayoría chapulines- a costos que van de los 15 a los 20 pesos "la medida", es decir, un promedio de 100 gramos.
