El ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), dejó la sede de la Policía Federal en Curitiba (sur del país), donde estaba preso desde el 7 de abril de 2018 por corrupción pasiva y lavado de dinero.
Acompañado de su familia y de varios dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT), Lula abandonó el edificio en el que estuvo preso y se dirigió a los centenares de simpatizantes que lo esperaban en la calle, a quienes agradeció su apoyo durante todo este tiempo.
La Justicia Federal determinó la libertad de Lula luego de que la Corte Suprema determinó el pasado jueves que ningún condenado en segunda instancia, como es el caso del ex mandatario, puede ser preso hasta que no haya agotado todos los recursos judiciales posibles.
Lula, de 74 años, fue condenado en primera instancia en julio de 2017 a nueve años y seis meses de prisión acusado de haber recibido un departamento de la constructora OAS en el litoral de Sao Paulo, a cambio de favorecerla desde el poder.
Tras recurrir el caso, el tribunal de segunda instancia aumentó la condena a 12 años y un mes de prisión; sin embargo, en abril pasado la justicia acordó bajar a ocho años, 10 meses y 20 días la condena.
El abogado de Lula, Cristiano Zanin, presentó la mañana de este viernes un pedido a la Justicia Federal para lograr la libertad del ex mandatario, el cual fue aceptado horas más tarde por el juez Danilo Pereira Júnior.
Mientras estuvo preso, Lula permaneció en una sala especial de 15 metros cuadrados en el inmueble de la Policía Federal, tal y como establece la legislación brasileña para los ex presidentes presos.
A finales de septiembre, Lula cumplió una sexta parte de la condena y, debido al buen comportamiento, el Ministerio Público Federal solicitó que pasara al régimen semiabierto, con lo cual podía pasar el día fuera de la prisión y sólo regresar para dormir.
Sin embargo, el ex mandatario rechazó este beneficio al señalar que sólo saldría cuando se determinara su inocencia.
Durante los 19 meses que estuvo preso, Lula dejó la cárcel en dos ocasiones: para ir a un interrogatorio ante el juez en otro caso en el que está acusado, en noviembre del año pasado, y para acudir al entierro de su nieto de siete años, fallecido en marzo de este año.
Lula es procesado en otros casos judiciales por corrupción, lavado de dinero y uso de influencia, aunque en ninguno de ellos ha salido todavía la sentencia.