La realidad virtual tendrá que ser una herramienta irrefutable de la narrativa cinematográfica contemporánea, tal como sucedió, cuando los hermanos Lumiere juntaron un grupo de fotografías y las proyectaron a 24 cuadros por segundo. Así pues, el nacimiento del cine fue el resultado de aplicar novedades tecnológicas a la tecnología existente, como sucede hoy en día con el cine de realidad virtual, que es una tecnología abonada al séptimo arte tradicional y un claro ejemplo de ello es el cortometraje “Botella al mar” del maestro y amigo, Ricardo Benet.
El cortometraje del veracruzano, dura apenas 20 minutos y nos narra la vida de una vendedora de volovanes y su amiga, adulta mayor, quienes habitan en una vecindad del barrio de La Huaca del Puerto de Veracruz. Las mujeres se encuentran atrapadas en la monotonía sin saberlo, hasta que llega un pescador que trae consigo nuevas ideas para compartir.
La experiencia de la realidad virtual, con la que juega Benet, nos atrapa en esa sencilla historia, que abandera la esperanza de dos personajes que por primera vez en su vida tienen una ilusión. El argumento se vuelve complejo, al describir el entorno precario en el que se desenvuelven, el cual se puede apreciar en sus 360 grados, como si uno estuviera dentro del filme y levantara la cara para mirar todo cuanto le rodea.
El cineasta veracruzano convierte su cortometraje en un juego de abstracción brutal, al obligarnos a girar nuestra cabeza en todas direcciones, para divisar una gran cantidad de información visual que satura nuestras pupilas y acelera el trabajo del cerebro, acostumbrado a percibir una pequeña parte de todo cuanto aparece en la pantalla grande.
Los detalles a percibir son tantos, que cada espectador (virtual) se queda con una visión diferente del corto, que si bien habla de la ilusión y la desesperanza, también puede contener y conducir otros temas que se puedan percibir entre tantas imágenes y tanto que ver.
El agua de mar es un elemento especialmente interesante a título personal, considerando que solo había tenido la oportunidad de ver imágenes de videojuegos, en realidad virtual. El sonido del mar salpicando y la imagen del agua en mis pies, constantemente, a lo largo de una secuencia, engaña a mi cerebro y lo invita a refrescarse en el mar del Puerto, camino a la Isla de En medio.
La parte turística del filme, permite a los espectadores dar un vistazo completo al Malecón y Centro Histórico del Puerto, con todo y sus tradicionales sonidos, incluso, los musicales, tan importantes para los jarochos.
En suma, se trata de una experiencia compleja pero que deleita. Es cierto que la narrativa es contemplativa, tomándose el tiempo para explicarnos lo esencial de los personajes, sin embargo, fiel a su costumbre Ricardo Benet nos deja a los espectadores la decisión de ponerle el final a la historia, incluso de ponerle más historia a los propios personajes.
Sólo le recuerdo que la imaginación se disfruta más en la oscuridad del cine, así que no deje de asistir a su sala favorita. Para dudas, comentarios o sugerencias escríbame al correo electrónico trejohector@gmail.com o sígame en mis redes sociales @Cinematgrafo04 en Twitter o CinematografoCeroCuatro en Facebook.