Edelmiro Franco V. Corresponsal
Bogotá.- Macondo, ese pueblo imaginario que creo el Nobel Gabriel García Márquez (1927-2014), es una carga de ficción, una hermosa forma de hacer tributo al escritor más grande en la literatura universal, quien nació en un rincón del Caribe colombiano.
¿Macondo será Aracataca? el pueblo polvoriento, donde nació García Márquez, o la familia del gran patriarca, “José Arcadio Buendía”, con la matrona “Úrsula Iguaran”, la estirpe de ese espacio que creo Gabo en “Cien años de soledad”.
Para los colombianos Macondo es sencillamente su país, su nación, su patria, porque en las páginas de “Cien años de soledad” está plasmada la violencia centenaria, las guerras civiles, los excesos de poder, las épocas de bonanza y la invasión extranjera, la vida y la muerte.
Los colombianos y los habitantes de la costa Caribe se ven identificados en Macondo por el clima, los modismos, las costumbres, su música y leyendas.
Macondo el Invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), 2015, no es cualquier país, es una maravillosa visión real del mundo mágico de la obra de Gabo, ese mundo que encanta, que fascina y trastorna al lector esté donde esté.
Macondo, recreado en un espacio de tres mil metros cuadrados en la FILBo, cuenta con sus propias leyendas y costumbres, con una identidad física, con un mapa geográfico, que sale de las entrañas de “Cien años de soledad”.
Una cartografía que muestra la ubicación de la casa de “Rebeca” y “José Arcadio”, el recorrido del tren amarillo, el campamento de los gitanos, los pescaditos de oro, los papiros de “Melquíades”, el sombrero de alas de cuervo, las plantaciones de plátano, la ceiba de “Neerlandia” y el sitio de la masacre de las bananeras.
La entrada principal a Macondo está adornada en madera para que el visitante que lleva la imagen de “Cien años de soledad” en su mente, empiece a recorrer los espacios con luces tenues, ver, oír y tocar las imágenes literarias plasmadas en físico por un grupo de jóvenes artistas.
El anfitrión, el que recibe a los visitantes en su casa, no puede ser otro diferente a Gabo. Ahí está su voz que de alguna parte sale narrando sus cuentos, su mundo fantástico.
Gabo no se ve, pero se siente, con una fuerza inmensa que invita a seguir por los pasillos de Macondo, con todos sus sentidos abiertos, porque en cada rincón esta la voz pausada del hijo del telegrafista, del hijo de la ciénaga.
En el centro del universo macondiano está La Gallera, donde pasaron las situaciones más excéntricas en Macondo, como el “Coronel” que juega a los gallos la pensión que nunca recibirá. Hoy es el centro de los conversatorios más apasionantes sobre la vida y obra de Gabo, con sus amigos de siempre, con sus biógrafos.