Enojada con sus hermanos porque no quisieron celebrar el cumpleaños de su madre, Esperanza decidió llevar a su progenitora de paseo a Acapulco, como una forma de celebrar entre ellas dos su aniversario número 78. Lo que esta empleada del Distrito Federal no sabía es que en aquel viaje su madre encontraría la muerte.
Estando en las paradisiacas playas del puerto, a la madre de Esperanza le sobrevino un ataque cardiaco del que ya no sobrevivió. Consternada por la repentina muerte de la ancianita y sin el suficiente dinero para pagar los gastos de traslado, la mujer tomó la desacertada decisión de llevar a su madre en su propia camioneta de regreso al DF.
Aún pensaba cómo les daría a sus hermanos la noticia de que su madre había muerto, cuando decidió hacer una parada para tomar un desayuno en una de las muchas fondas que hay en la salida de Acapulco hacia la Ciudad de México. Para colmo de males, unos ladrones robaron el auto con todo y el cadáver de su madre.
Esperanza no solo tuvo que pasar por el dolor de haber perdido a su madre –literalmente –sino también por los reproches de sus hermanos y la burocracia imperante en el sistema mexicano, al que tuvo acudir para denunciar la pérdida de la camioneta y del cadáver de su mamá.
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