Tras la canonización de Karol Woityla, la ciudad de Puebla ha sucumbido una vez más ante el encanto de Juan Pablo II, el papa que visitó por primera y única ocasión la Angelópolis en la década de los setenta del siglo pasado y que dejó a su paso una estela de seguidores que hasta la fecha se sienten conmocionados por el “papa peregrino”.
Pese a que existen voces que disienten sobre la pronta canonización del pontífice, lo cierto es que la inmensa mayoría se ha dejado guiar por el encanto y la parafernalia propia del acto e incluso no falta quien considere que el santo “ya le hizo un milagro”, aun antes de que fuera llevado a los altares.
“Yo recuerdo mucho la primera vez que vino a México. Estuvo aquí en Puebla, yo era una niña y en ese entonces me acerqué a saludarlo. Era un hombre alto, güero, de ojos azules, muy sonriente. Me saludó y sentí una magia, algo muy especial que no puedo describir. No cabe duda de que era un santo”, comenta Adriana, poblana que nostálgica y expectativa aguarda la llegada de la fecha sacrosanta.
Las redes sociales han sido el espacio en el que algunos de los detractores de la canonización del religioso han hecho eco. Las voces contrarias al ascenso a los altares de Juan Pablo II refutan la protección que este otorgó a varios pederastas de sotana, entre ellos y principalmente, el mexicano Marcial Maciel Degollado, cuyas víctimas hasta la fecha reclaman justicia y las cuales se cuentan por cientos.
Sin embargo, para la mayoría de los angelopolitanos, la canonización de Wojtyla no está en duda y defienden al próximo santo con el argumento de que nadie es perfecto. En todo caso, opinan sus defensores, Juan Pablo II fue víctima del embrujo de Maciel y se dejó engañar por su figura de patriarca tierno y pastor de almas perdidas, pero nunca hubiera consentido ni aprobado las perversas prácticas del pederasta, aseguran.